19/02/2022
Fotografías: Laura Blázquez Cruz
Hipnótico, envolvente, así fue el trayecto instrumental que propuso y en el que embarcaron los madrileños Toundra anoche al numeroso público asistente al Teatro CajaGranada, en una velada casi primaveral que sirvió como telón para la ejecución precisa y cartesiana de sus composiciones. Su música, llena de matices, cortes episódicos, líneas progresivas y esa química de contrastes y multiplicación de texturas melódicas, volvió a encumbrarlos como un grupo fundamental y diferencial en el panorama nacional.
El post-rock/post metal enérgico y transcendental de Toundra cautivó desde los primeros acordes, con una puesta en escena muy convincente, entre intimista y cercana, y una secuencia de temas que repasó hitos fundamentales en la carrera del cuarteto, al tiempo que presentaban algunas piezas de su último lanzamiento, Hex, un álbum compuesto durante los meses del confinamiento más estricto debido a la pandemia.
La actuación, como la propia esencia de sus temas, siguió una marcada y consciente inercia “in crescendo”, con el contratiempo y la sabia combinación de guitarras rítmicas, “riffs” poderosos y punteos ligados como nódulo atmosférico, en un trance con solución de continuidad entre los cortes, con fases casi indiferenciadas, si bien, al tiempo, rompiendo moldes y expectativas a través de la tensión y la distensión, la armonía y la disonancia como expresión de pulsiones tales como el amor, la rabia, la desidia o el odio, una descarga en escena tan heterogénea como unívoca que supuso toda una iniciación y un regalo para los asistentes.
Como volvió a demostrarse a todas luces, el arte académico de Toundra alcanza cotas de emotividad y trascendencia innegables al proyectarse en directo, cuando se convierte en una comunión casi ritual con el público, a través de un halo de melancolía, quebranto y súbitas explosiones de felicidad. Anoche, la ciudad nazarí, “espacio de peregrinación artística” en opinión de los músicos, pudo comprobarlo en primera persona.